¿Por qué me siento culpable cuando pongo límites?

Decir “no” parece algo sencillo. Pero para muchas personas adultas, especialmente aquellas que crecieron adaptándose a las necesidades de los demás, poner un límite puede venir acompañado de una oleada de culpa, ansiedad o vergüenza. Si esto te suena familiar, no estás solx. Y no es que te falte carácter: probablemente estás reaccionando desde un lugar profundo que ha aprendido que protegerte tiene consecuencias.

Límites y trauma relacional

Desde un enfoque informado en trauma, comprendemos que muchas personas, especialmente mujeres, han crecido en entornos donde poner límites no solo no era bien recibido, sino que podía ser castigado o ignorado. Por ejemplo:

  • Si en tu infancia aprendiste que decir “no” significaba decepcionar, perder afecto o generar conflictos…
  • Si fuiste educadx para priorizar el bienestar de los demás por encima del tuyo…
  • Si se reforzó tu rol como “el/la buenx”, “el/la que ayuda”, “el/la que no molesta”…

Entonces tu sistema nervioso pudo haber aprendido que poner límites es peligroso o amenaza tu pertenencia.

La culpa como reacción aprendida

La culpa que aparece al cuidar tus propios límites no es irracional: intenta protegerte del malestar que antes experimentaste al priorizarte.

El trauma, sobre todo el trauma relacional o de desarrollo, interfiere en la capacidad de reconocer tus necesidades como legítimas. En ese contexto, la culpa no aparece por hacer algo mal, sino por hacer algo nuevo que el cuerpo percibe como riesgoso, aunque no lo sea racionalmente.

“El trauma no está en el evento, sino en la forma en que el sistema nervioso se vio abrumado por él” (Levine, 1997).

Desde esta mirada, la culpa no es un enemigo, sino un indicio de que estás saliendo de un viejo patrón. Es parte del proceso de sanación.

Poner límites es un acto de autocuidado, no de agresión

Una idea muy común (y muchas veces invisibilizada en mujeres) es la de que poner límites lastima a los demás. Pero no es así: los límites no son muros, son puertas con cerradura. Permiten vincularnos desde lugares más claros, seguros y sostenibles.

Como explica Janina Fisher (2021), en personas con trauma complejo, establecer límites puede sentirse como una traición a su lealtad inconsciente hacia la familia o los sistemas de origen. Por eso, hacerlo requiere no solo práctica, sino también acompañamiento terapéutico que trabaje con el cuerpo, la emoción y la narrativa.

¿Cómo empezar a poner límites sin que la culpa te bloquee?

Aquí te dejo algunos pasos que pueden ayudarte:

  1. Reconoce la emoción sin juzgarla. No luches contra la culpa: obsérvala como una señal de que estás haciendo algo diferente y necesario.
  2. Valida tus necesidades. Estás en tu derecho de cuidarte, incluso si no gusta a todo el mundo.
  3. Practica límites pequeños. Empezar por lo cotidiano te entrena en sostener tu voz y reconocer que no todo límite genera conflicto.
  4. Rodéate de vínculos seguros. Compartir con personas que respetan tus límites refuerza la seguridad interna.
  5. Busca apoyo terapéutico si lo necesitas. A veces, el trabajo profundo con la culpa requiere explorar tu historia con una mirada compasiva y experta.

Fisher, J. (2021). Transforming the Living Legacy of Trauma: A Workbook for Survivors and Therapists. PESI Publishing.

Levine, P. A. (1997). Waking the Tiger: Healing Trauma. North Atlantic Books.

Rothschild, B. (2000). The Body Remembers: The Psychophysiology of Trauma and Trauma Treatment. W. W. Norton & Company.